viernes, 12 de junio de 2015

El fin de una era

Queridos dormilones, he acabado la Selectividad. Es el fin de una era. Mi verano empieza ahora, y por tanto... ¡MÁS CONTENIDO Y MÁS FRECUENTE! Aplausos por favor...




Cambio de tema. Desde que llegué a los 100 seguidores (lo cual me puso muy contenta) estuve pensando en hacer algo para celebrarlo. ¡Y me iluminé! He hecho una colaboración con la que ha sido mi seguidora número 100, la cual ha estado encantada de ayudarme y entre las dos hemos creado un pequeño cuento. Ella se llama Ana y espero que os paséis por su blog Bonito aunque desafinado. Os dejo con el cuento:

Había una vez una chica muy peculiar. A esta chica no le gustaba el chocolate y le daban miedo los animales, todos ellos. No podía evitar gritar como una loca cada vez que veía uno, de puro miedo. Así que esta chica no salía de casa nunca, para evitar encuentros desagradables y que la gente no se riera de ella si veía a un perro o a una paloma por la calle. 

Había dos criados, uno trabajaba de día y otro de noche, se ocupaban de limpiar a fondo la casa y preocuparse de que no hubiera ni tan solo una hormiguita o una mosca en la casa, para que la chica pudiera pasear por ella tranquilamente. 

La chica se llevaba muy bien con ambos criados. El que trabajaba de día le hablaba como cualquier otra persona, como sus padres o como la única amiga que tenía (la cual la visitaba de vez en cuando). Pero el criado que trabajaba de noche le hablaba en verso, le recitaba unos poemas preciosos que él mismo escribía y la chica estaba enamorada de él. Aunque tampoco podían pasar mucho rato juntos, puesto que la mayor parte de la noche ella la pasaba durmiendo, y cuando despertaba era el otro criado quien se encontraba vagando por la casa. Así que ella procuraba alargar hasta lo más tarde posible la hora de dormir, para poder hablar durante largas horas con su amado. 

Pero el criado no era todo lo que ella creía. Sí, realmente era un poeta y romántico empedernido casi sacado de otro siglo, adoraba hablar con aquella chiquilla risueña y con aquellas rarezas que la hacían tan especial. Y también le guardaba un gran secreto.

Su familia siempre estuvo enfrentada a la de ella, el padre envidiaba la posición a la que pertenecían y consideraba que no la merecían. Estaba obsesionado con destruirlos. Él sólo era un enviado para infiltrarse en la casa, observar e informar a su padre sobre cualquier grieta o punto débil en la familia de ella.

Por supuesto no había que ser muy avispado, sabía perfectamente cuál era el punto débil del padre de la familia: Su hija. Una chica de pelo castaño, ondulado y largo, ojos grandes y brillantes color miel, sonrisa amplia y sincera… y con un gran miedo. Ese miedo sería lo que tendrían que utilizar para echar a la familia de esa casa, incluso de ese pueblo. Debía planear algo grande, tenía claro que ella no soportaría la vergüenza de que su temor quedara expuesto.
Sería muy fácil. Si no fuera por el hecho de que compartía con el padre de ella su misma debilidad. 

Los sentimientos del chico cada vez eran mayores. Cada noche, cuando se sentaban en la cama de ella para charlar, el deseo de besar sus labios incrementaba. Cada vez que ella sonreía o se sonrojaba, o simplemente pestañeaba dulcemente, se enamoraba de ella más profundamente.

Quería contarle lo que estaba pasando, lo que querían hacerle, protegerla. Pero entonces ella pensaría que todo había sido un engaño, que no la quería y le odiaría.

Aunque si era por el bien de su amada, debía hacerlo.
Se había dispuesto a contárselo todo aquella misma noche. Pero en cuanto el chico abrió la boca para explicárselo todo, una lechuza chocó contra el cristal de la ventana, y la chica comenzó a gritar y se lanzó a sus brazos.

La lechuza no paraba de golpearse repetidas veces contra el cristal. Mientras, él sostenía a la chica entre sus brazos, la cual gimoteó hasta que la lechuza se marchó.

El chico se preguntó si sería una señal, si no debía contarle nada. Pero una vez la chica se calmó hizo caso omiso a sus pensamientos y se lo contó todo.

Era la primera vez que no le hablaba en verso, y a ella se la veía confundida.

-¿Todo ha sido una mentira? –Preguntó ella.

-No. Yo te amo. Por eso te cuento esto. Porque te quiero proteger. Debemos irnos, mi familia planea algo y no tardará mucho tiempo en ejecutar su plan.

-Si mis padres se enterasen de esto… Te echarían y no me dejarían volver a verte. –La chica quedó pensativa. Sus sentimientos eran contradictorios. Por un lado le debía lealtad a su familia, que siempre la había cuidado y protegido. Pero por el otro, su corazón le decía que se fugara con su amado.

Al fin y al cabo, sus padres nunca le habían prestado demasiada atención, más bien esa era la función de los criados….

Sí, estaba decidido. Se iría con su amado. Planearon que sería al anochecer tres días más tarde, a esas horas sus padres ya estaban en sus aposentos y era el cambio de turno de sus criados por lo que en cuanto su poeta entrara en la casa la recogería de su habitación y saldrían sin ser vistos.
No había ningún personal de servicio a aquellas horas rondando por la casa ni ningún tipo de vigilancia, les sería muy sencillo salir de allí y nadie se enteraría hasta primera hora de la mañana cuando ya estuvieran lejos.
Salir de allí no era problema. Pero sí lo sería una vez fuera.

Llevaba tanto tiempo encerrada debido a su pánico que sólo pensar en salir le revolvía el estómago. Ni qué decir lo que podría encontrar allí fuera.

La casa estaba en su totalidad rodeada de jardines y el camino se extendía hacia un frondoso bosque. Eso sólo podía significar la más absoluta oscuridad y toda clase de bichos.

Si no pudo contener su pánico cuando la pequeña lechuza chocó contra su ventana estando protegida en su habitación ¿Qué sería de ella a la intemperie?

Finalmente había llegado el momento de huir. Ella tenía preparada una bolsa con las cosas básicas y él esperaba tras la puerta de su habitación. Cuando ella la abrió él la miró sonriente.
Estaban bajando las escaleras cuando una fuerte explosión los tiró al suelo e hizo que le pitaran los oídos. La chica quería gritar, el fuego estaba por todas partes, pero él la alzó en volandas y corrió hacia la puerta. Una vez fuera ella se había desmayado por la inhalación de humo. El chico cayó de rodillas aguantándola a duras penas, tuvo el tiempo justo para apoyarla en el suelo antes de desmayarse.

Cuando ella despertó se encontraba en el hospital. Él estaba sentado a su lado, dormido, pero despertó al instante como si hubiese notado la mirada de ella posándose sobre él.

-Hola, por fin te has despertado. –Se levantó y le acarició la cara. Ella cogió su mano. –Tus padres están bien. Están ocupados haciendo cosas, por el incendio, haciendo una denuncia, etc.

-¿Ya saben lo tuyo? –Preguntó ella temerosa.

-No, pero es cuestión de minutos. –Él se volvió a sentar, desolado.

-Fuguémonos ahora.

Una lechuza chocó contra el cristal. Pero en vez de asustarse, la chica se acercó con curiosidad al animal. Al parecer el trauma de la explosión había cambiado su fobia a los animales.

-No estás gritando. –Dijo él, pensando que se trataba de un sueño. -¿Has superado tu fobia? –Ella se giró y le miró cómo si el mundo acabara de ser rebelado ante sus ojos.


-Es hora de irse. –Le anunció, tendiéndole la mano a su amado.

FIN



Espero que os haya gustado mucho y, os doy las gracias, dormilones, la familia va creciendo y es todo gracias a vosotros. Besitos ♥

2 comentarios:

  1. ¡Hola guapa!

    Llevo un montón sin pasarme por blogs y me había perdido nuestra historia *-* No ha quedado mal no? Un día de estos escribimos el libro xD

    Un besote

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    1. ¡Holis!

      A mi me gusta como nos ha quedado, está chulísima hahaha Ya ves, un día tenemos que escribir un libro! Somos las amas, si escribimos un libro juntas best seller, fijo que lo peta XD

      Besitos ♥

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